Pablo cada mañana colocaba una piedra. Tenía la intención de formar círculos o corazones, mientras la esperaba. A veces se sentaba a contemplarlas, sobre todo cuando llovía. Parecían peces en el agua, almejas brillantes… Pero…. cada piedra, cada lugar ocupado, era un día no descubierto. Y Pablo quería repartir palabras, caricias, miradas, aires de amor…Así que, un martes, después de un lunes, guardó una piedra del patio.